Durante la cuarentena por Covid 19 se registró un aumento considerable de consultas por trastornos del sueño.
Estudios realizados en Argentina y en Estados Unidos muestran que ya durante los primeros 15 días de cuarentena el 40% de los individuos manifestaban síntomas ansiosos y/o depresivos, entre los cuales se encuentran los trastornos del sueño.
El sueño es un momento de reparación activa que constituye un elemento esencial para la consolidación de la memoria, la reparación física y cognitiva. La ausencia o carencia de rutinas generan una desregulación de la cotidianeidad con impacto directo en el sueño. Muchos especialistas hablan de jet lag social que ocurre cuando la gente cambia el horario de acostarse y/o levantarse. Las personas consultan diciendo que se acuestan a las 4 de la mañana porque “se engancharon con series” y se levantan pasado el mediodía. Desayunan a esa hora desfasando los horarios de las comidas.
Nuestro organismo tiene un reloj interno que sigue funcionando de la misma forma que antes, pero existe una disociación entre lo fisiológico y lo social.
Los grupos de población con mayor riesgo de sufrir insomnio, por ejemplo, son las personas que realizan home-office y no deben cumplir horarios y los adolescentes que duermen de día y “viven” de noche.
Otro fenómeno que se observa con más frecuencia son las pesadillas, que se agravan cuando situaciones de nuestra vida diaria aumentan los niveles de estrés y ansiedad.
También se registra un aumento de las consultas por hipersomnia, con sensaciones de cansancio extremo, agotamiento y desgaste. Hace meses que comenzamos a hacer cosas que no hacíamos y dejamos de realizar cosas que sí hacíamos, generándose una fatiga mental importante.
La primera respuesta que surge frente a este escenario incierto es un estado de ansiedad. Estamos preocupados, con temor por nuestra propia salud, en estado de alerta constante, hiperestimulados por las pantallas y con exceso de información de los medios.
Los trastornos del sueño pueden tener su origen en factores anímicos como angustia, ansiedad, estrés o preocupación. Esta última es una de las principales causas de los trastornos en su arquitectura, ya que no permite que se “apaguen” los sistemas de alerta del cerebro.
A su vez, el tipo de dificultad también es diversa: a algunas personas les cuesta conciliar el sueño, otras presentan fragmentación o despertares precoces.
En este contexto actual, dos factores de riesgo que promueven los trastornos del sueño son el excesivo uso de pantallas y la limitada exposición a la luz solar. El primero, porque los dispositivos electrónicos emiten una luz azul que bloquea la curva del sueño, inhibiendo la liberación de melatonina (hormona necesaria para dormir). El segundo, porque la luz natural es quien “avisa” a nuestro cuerpo que tiene que estar “despierto” durante la vigilia.
Los excesos en las comidas y/o el alcohol son condimentos del confinamiento y también constituyen factores que alteran la arquitectura del sueño.
Especialmente el alcohol es un muy mal hipnótico y genera fragmentación del sueño.
Recomendaciones para recuperar un sueño saludable:
- No utilizar dispositivos electrónicos 1 hora antes de dormir.
- Exponerse diariamente a la luz solar.
- Si no se puede dormir, levantarse.
- Al levantarse, salir de la habitación, sacarse el piyama y organizar las tareas del día, aunque sean mínimas con una regulación de los horarios (respetar las cuatro comidas, realizar ejercicio, etc.)
- No consumir bebidas estimulantes (café, mate, te, gaseosas cola) después de las 18:30 h.
- No realizar actividad física en horarios tardíos.
- No utilizar alcohol como inductor del sueño.
- No automedicarse, consultar siempre al especialista.