MEDICUS

Sabemos cómo cuidarte
MIEDO AL CONTAGIO Y NUEVA NORMALIDAD


Desde el surgimiento de la pandemia por Covid-19 se observa un denominador común que afecta a muchos: el miedo. 


Este estado emocional puede definirse como una sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro que puede ser real o imaginario. El miedo no necesariamente es negativo, es una respuesta adaptativa que nos ha permitido preservarnos como especie. En este contexto incierto, es una emoción completamente normal que nos mantiene en estado de alerta y nos permite tomar medidas preventivas para evitar el contagio. 


Sin embargo, hay que diferenciar entre una inquietud con relación a un tema que lo amerita y estar angustiado de forma tal que dicho estado nos impacte afectando quizás el sueño, el apetito y el estado de ánimo. Es decir, sentir miedo es normal, saludable y ayuda a tomar medidas útiles, pero su exceso puede provocar que nos bloqueemos e impedir que desarrollemos conductas adaptativas. 


En la coyuntura actual, el único lugar donde nos sentimos “a salvo” pareciera ser nuestro hogar. El mundo exterior se ha convertido en un lugar peligroso, plausible de enfermarnos. También la sobreinformación puede generar un exceso de miedo, transformando así la capacidad de ayuda y adaptativa del mismo en un factor paralizador con consecuencias sumamente negativas. 


Hay dos elementos básicos para el bienestar de los que nos sentimos privados en este momento: el control y la seguridad. La pérdida del control, la incertidumbre y la inseguridad han generado que, durante estos meses, muchas personas hayan experimentado dificultades para dormir, incremento de excesos (comida, tóxicos, etc.), así como diversas formas de síntomas fóbicos y obsesivos. 


Con el fin de evitar llegar a estas emociones extremas, es fundamental que aprendamos a convivir con esta “nueva normalidad” hasta tanto contemos con la vacuna o un tratamiento eficaz para hacer frente al Covid-19. Esto implica ser responsables de nuestras acciones individuales respetando las medidas de prevención y el distanciamiento social en nuestro trabajo, ámbito personal, transporte, con nuestros amigos, familiares y pares. 


Sabemos que sin la sociabilización los seres humanos no podemos sobrevivir, tendremos que reinventar las formas de socialización tradicionales. 


Las medidas que tomemos en esta nueva normalidad están relacionadas con dos factores psicológicos y personales muy importantes:  


1. la percepción del nivel de riesgo ante cada situación. 

2.  nuestra predisposición a asumir riesgos. 


Ambos factores varían de acuerdo con los recursos e historia personal de cada uno, así como también de cuán vulnerables nos sentimos frente a determinada situación. A pesar de esta variabilidad es deseable que la toma de decisión para afrontar el riesgo sea más conservadora en toda la población. Sabemos que para intentar evitar el contagio el cuidarnos y cuidar al otro van de la mano; la responsabilidad individual, que no es sin solidaridad, es lo que nos viene ayudando y lo seguirá haciendo en igual o mayor medida en la nueva normalidad.

Mirando por ejemplo a Europa, el panorama parece alentador. Podemos pensar que retomaremos la “normalidad” y rutinas, ajustando aquellas variables que consideremos que podrían exponernos al contagio y adaptándolas a nuestras conductas cotidianas, continuando con medidas que ya hemos incorporado en estos meses: lavado de manos, sanitizantes, uso de tapabocas y distanciamiento social.



¿Qué puede ayudarnos a no caer en pánico y adaptarnos a la nueva normalidad?


Tratar de identificar las herramientas que están a nuestro alcance para darle utilidad a ese “miedo” que nos aqueja hoy: no exponernos a la sobreinformación, buscar el apoyo mutuo entre familiares y amigos, evitar caer en el exceso de pensamientos, valorarnos e identificar nuestras fortalezas durante este proceso, mantenernos activos, confiar en que la angustia puede ser un sentimiento pasajero del que podemos salir, tomar todas las medidas preventivas que nos ayuden a sentirnos tranquilos y minimicen el miedo al contagio. 


Así, será más fácil retomar actividades que antes nos resultaban tan simples y hoy nos resultan ajenas como volver a nuestros trabajos y al colegio, realizar actividades deportivas al aire libre, llevar a nuestros hijos a la plaza o encontrarnos con seres queridos. 


Incluso, quién sabe, este replanteo “obligado” de nuestra vida cotidiana, hasta podría llevarnos a sacar de esta experiencia nuevas conductas positivas tanto individuales como para el conjunto de la sociedad; como una mayor conexión interpersonal, un mejor balance entre la vida laboral y la personal, la valoración de aspectos que a veces damos por sentado, la elección de hábitos más saludables. 


Tal vez, además de la vacuna, ese sea el verdadero desafío.


Nota elaborada por el Centro Medicus de Salud Mental